Cinco vidas y dos almas.

Título: Cinco vidas y dos almas.

Autor(a): Ally. 

Fandom: DBSK, TVXQ, DBSG como quieran llamarle  (Ahora al igual JYJ, soy una Cassiopeia fan de los 5).

Pareja: Jaejoong/Changmin.

Género: Drama, AU.

Rating: PG.

Nota: "El cambio de alma, aquella verdad inconstante y a medias que nadie puede estar seguro si realmente ocurre, algo que pocos en el mundo creen y que sin embargo fue una verdad absoluta en cuanto sus ojos se encontraron y supieron que las cosas eran especiales, solo se necesitan cinco vidas para lograr entender algo, solo cinco."

Disclaimer: Esto no tiene relación de mando alguna con SM Entertainment ni C-JES Entertainment, los chicos no me pertenecen y ciertamente no lucro con ellos como Lee Soo Man.

Primer encuentro.

Shim Changmin en esos tiempos no era conocido como tal, ni siquiera tenía la nacionalidad que ahora porta pues su propio país aún no existía, aquel oscuro cabello era en realidad cenizo claro y sus ojos lucían mucho mas redondos de lo que lucieran ahora, tenía un cuerpo forjado en el ardor de los hornos y una manos callosas producto de los años trabajando con piedra.

            Changmin era un escultor, uno que nunca pasó a ser inmortalizado en los libros de texto o elogiado por los grandes críticos de todos los tiempos, pero que si lograba vivir holgadamente con sus ingresos y con ello tener un pasar agradable.

Por esos días, Kim Jaejoong era tan solo un copero… uno de los favoritos del emperador.

‘Fue una simple sonrisa entre todas las demás’

Se vieron por primera vez en un baile, Jaejoong deambulando errante entre extraños que situaban sus ojos repletos de lujuria sobre él a pesar de no poder llegar a tocarle, el otro intentando la venta magnánima de una obra que aún no lograba tener un rostro. Hoy por hoy lo llaman amor a primera vista... probablemente en esos tiempos y particularmente para ellos, tan solo fuera el impulso carnal de sentir aquel cuerpo atractivo contra el suyo propio. Para Changmin fue la musa… ese rostro que podía situar en su obra aún no acabada, tan potente a la vista que días después aún no conciliaba correctamente el sueño sin imaginarle junto a él. Para Jaejoong, la libertad.

            El escultor intentó por todos los medios el lograr un prestigio tal que en algún momento pudiera ser requerido en la casa del emperador, sin embargo el talento no estaba de su parte, o más bien no estaba lo suficientemente desarrollado y a pesar de todas sus tentativas nadie pudo realmente notarlo, nadie excepto una de las hijas del emperador.

-Hola.

-Hola...

-Te quiero a ti.

  

            ¿Qué desencadena todo esto? ¿Acaso no saben que las más tristes tragedias vienen de la Grecia y Roma antigua?

            La hija del emperador deseaba al escultor y este fue obligado a contraer nupcias con ella bajo pena de muerte, caprichosa muchacha aquella, Changmin tuvo que aprender a lidiar con su destino.

A los pocos meses el copero contrajo una enfermedad mortal y nadie pudo hacer nada por él, sus días agónicos fueron un sufrimiento en vida para el escultor que escuchaba a medias el destino del copero favorito del emperador, aquel que una vez vio y dio vuelta su estómago. El muchacho pereció antes de que el primer hijo de la doncella naciese.

Changmin gustaba de su rostro ¿Pero acaso le amaba? En aquellos tiempos no era amor, sin embargo pronto su más grande escultura fue comprada a gran precio y en la alcoba del emperador quedaría para siempre el rostro del copero iluminando el lugar.

El escultor jamás volvió a sentir aquello que sintió una vez en un baile y jamás volvió a realizar una escultura tal, como aquella que fuese comprada por el emperador.

 

***

Segundo encuentro.

Sus pasos se podían escuchar a metros de distancia retumbando con dolorosa parsimonia por las paredes frías de piedra, la mañana parecía esconder sus rayos hacia la parte norte de la enorme abadía y el realmente no intentaba hacer nada por lograr conciliarse con el sol, sus ojos más oscuros que en su anterior vida lucían completamente apagados por las circunstancias.

-Perdóname señor, porque... he pecado.

Dos meses habían pasado, dos meses en que sus manos ya no podían sentir el sol sobre ellas, en que el frío calaba sus huesos mientras se arrodillaba en oración y sus ojos ardían por el esfuerzo de estudiar a la luz de las velas, dos meses en que sabía ya muchas cosas, leer, escribir, sacar cálculos básicos y predicar la palabra de un Dios en el cual ya no confiaba.

Dos meses por un simple beso, dos meses por haber cometido un pecado.

Jaejoong seguía sin ser su nombre pero ¿Acaso era este importante? ¿Algún día alguien podría recordar que una vez existió en un tiempo y espacio determinado?

Changmin carecía de significado a su vez, de hecho no deseaba pensar en su verdadero mote, podía sentir los gritos de su amado venir desde la distancia con insonoro dolor en el viento que corre desde el sur, la piel carcomiendo sus propios huesos a causa del látigo, el sufrimiento de sus cuerdas vocales alcanzando tonos guturales de encierro, Jaejoong le extrañaba… Changmin ahora trataba de sobrevivir a kilómetros de distancia preso por haber amado.

¿Tenía culpa acaso de ser más pobre que él? ¿Por qué Changmin había sido condenado al infierno en vida y él tan solo enviado al confinamiento?

Mientras repasa aquel gran libro una y otra vez leyendo que el amor es la base de la vida solo puede pensar en lo irónico que es ser condenado al infierno por amar, mientras sus ojos pican y sus rodillas duelen por el frío del invierno.

-Perdóname señor, porque... he amado.

A los lejos la vela que alumbra su celda eclesiástica se debilita y apaga lentamente.

***

Tercer encuentro.

Cursaba el siglo XIV después de la venida del señor y por toda Europa nacía el clamor indemne de la muerte.

La gran plaga había llegado para quedarse y aquel actualmente llamado Changmin, había sido golpeado con dureza por ella. Su granja moría ante los inviernos fríos en que el agua estancaba y la nieve cobraba las vidas de todo lo que con esfuerzo hubiese logrado plantar durante el verano, su esposa había perecido por una infección a temprana edad y todo lo que le quedaba en este mundo era el frágil muchacho que alguna vez llamó hijo.

Jaejoong no era realmente su hijo y Changmin no le amaba más allá que como uno. Dicen que la reencarnación tiene rutas misteriosas y no siempre concreta a tu alma gemela como una pareja... Por primera vez en su peregrinaje Jaejoong si era llamado Jaejoong.

¿Hay amor más grande que el de un padre viendo morir a su hijo lentamente? ¿Hay amor aún más grande que el de un alma gemela viendo morir a su contraparte con la misma lentitud? No tenían gran diferencia de edad, en aquellos tiempos la gente se casaba joven y Changmin a sus diecisiete años solo podía ver extinguir lentamente la luz en los ojos de su pequeño Jaejoong.

Sus miembros lentamente tornando púrpura, su carne siendo devorada por las bacterias, aquellos ojos claros siendo apagados con lentitud, Jaejoong ya se llamaba Jaejoong y sin embargo esta vida no era aquella en la cual podría estar con su ser amado, no en un ámbito que involucrara más que cariño inocente, Changmin aún no era llamado Changmin, y al verse dejado lentamente atrás no pudo soportarlo, permaneció a su lado y pronto la enfermedad llegó de igual modo a él.

Para la historia fueron simplemente dos más entre millones y millones perecidos por el infortunio.  Para el destino, un juguete más con que travesear.

***

Cuarto encuentro.

Los días pasaron y se transformaron en años y estos a su vez en siglos, la historia comenzó a volverse mundana y sin fe que avalase los cansados cuerpos de aquellos que la vivían, el candor del 1700 se reflejaba en las noches largas y bulliciosas de las calles parisinas, de día no se hablaba de ello pero con seguridad la abstinencia ya no era lo que antes fue.

Jaejoong era su nombre, quizás sin un apellido similar al actual pero ya conservando su nombre, Changmin se había ganado el suyo propio en su anterior vida, ambos eran nobles, ambos tenían edades similares, ambos estaban comprometidos con dos hermanas que eran todo menos el amor de sus vidas.

-¿Una copa?

-Una copa, una noche, lo que desees.

La noche acelera frenética mientras a la distancia encuentran aquellos ojos que siempre amaron y de algún modo el corazón comienza a acelerar por la adrenalina de saber que algo grande está sucediendo.

La opulencia de una ‘era’ está sobre sus hombros y el Rococó incomoda a los más conservadores quienes proclaman con desprecio aquel nombre nacido de la misma piedra, las fiestas comienzan a volverse más ostentosas de lo que fueron antes y la burguesía y aristocracia ven entre sus pares el nacimiento de una época generosa y llena de libertinajes.

Jaejoong y Changmin son tirados en direcciones opuestas, y pronto se ven más y más interesados en visitar a sus “hermosas” prometidas, tan solo tienen dieciséis años y ya conocen la necesidad carnal que es sentir el cuerpo del otro vibrando bajo y sobre el tuyo, es un gran alivio que las damas sean castas y no puedan contraer vínculo alguno hasta el matrimonio. Ambos saben que en algún punto esto debe de terminar.

-Que dure lo que dure.

-Que dure hasta el amanecer.

A veces durante sus largas noches de caza en que ambos permanecen juntos a mitad del bosque tan desnudos como saben que no deberían de estar piensan en la vida de los pobres, en la libertad que quizás tendrían de ser así, en su obligación como hijos primogénitos de tomar las riendas de un hogar no ganado y entonces desechan todo y se vuelven a perder en el cuerpo del otro, las hormonas son más fuertes y no por nada llaman a este tiempo la cuna del libertinaje puro.

Con los años ambos deberán de resignarse, con los años ambos estarán casados con su propia doncella y bajo la obligación de continuar el nombre familiar, sin embargo jamás podrán olvidar aquellos ojos opuestos a los suyos propios buscando algo de calidez entre un mar de cuerpos entregados a la desvergüenza.

Esta fue sin lugar a dudas una época dorada.

***

Quinto encuentro.

Pasaron muchos años y las guerras carcomieron la opulencia de los siglos anteriores, Jaejoong y Changmin nacieron muchas veces y sin embargo jamás llegaron a encontrarse, las armas extinguían sus vidas, el hambre acababa con sus familias, la obligación de emigrar a sectores más tranquilos menguaba sus oportunidades. Más de una vez pudieron sentir aquel impulso extraño de correr hacia una persona entre millones de otras en la muchedumbre y sin embargo no lo concretaron, las manos firmes de sus madres rogando porque no se alejaran se los impidieron.

El mundo cambió y con este sus almas también.

Fue entonces que un buen día Changmin ingresó en aquel reducido salón de ensayos, con pocos años en el cuerpo y el brillo febril en sus ojos de aquellos que desean volverse una gran estrella. Jaejoong estaba pasmado, su ser sintió aquella extraña adrenalina recorriéndole y un rubor insólito invadió sus mejillas, a su lado Junsu y Yunho, sus compañeros, solo pudieron mirar con algo de escepticismo al nuevo muchacho integrándose en la compañía.

-Mi nombre es Changmin.

‘Changmin... Changmin...’

Uno más en el grupo, un nombre que a menudo escapaba inconsciente en labios del mayor. Yunho lentamente entendió que las cosas jamás volverían a ser igual con su amigo y que aquella aura extraña que desde aquel día rodeó a ambos sería algo con lo cual nadie podría competir.

-Yo soy... Jaejoong.

Quizás no se conocían en las mejores circunstancias, hoy por hoy la libertad de amar a cualquier persona sin importar su sexo no era tal como en la Grecia antigua y sin embargo no un pecado como en sus tiempos de monasterio, el amor se cultivaba a avanzada edad y los matrimonios arreglados no existían, quizás esta no era su definitiva, tal vez aún necesitaban reencarnar más para poder estar totalmente juntos, pero en el segundo en que sus manos se rosaron supieron que de algún modo harían todo lo que tuviese entre ellas para volver esta ocasión una perdurable.

-Mucho gusto.

Definitivamente harían de esto algo inmortal.

Fin.

***

Nota: Son resúmenes de lo que pienso escribir. ¿Que tal?